Contarnos verdad.

Hola a todos. Aquí estoy casi año y medio después de mi última entrada, un tiempo que ha dado para mucho, que ha sido muy difícil en muchos sentidos pero al que, sin lugar a dudas, puedo calificar como el mejor periodo de mi vida hasta el momento en cuanto a lo personal se refiere.

En cuanto a mi renqueante mantenimiento en el mundo del baloncesto deciros que nunca voy a dejar de amar este juego, de verdad lo digo. Adoro el trato humano que este deporte me dispensa, las interacciones con jugadores, el trasiego de emociones que se despiertan con el simple hecho de que la pelota se ponga en marcha, gestionarme, ayudarlos a gestionarse, perder los papeles, perdonarse, competir y querer crecer, bufff, tantas cosas que siempre estaré agradecido de todo lo vivido. Pero ahora creo que me mantengo, porque aunque sea llevando el equipo infantil masculino de mi club, ahí estoy, pero me mantengo en un puesto en el que me siento sobrar. Esto para mí ha sido siempre ilusión, ganas de demostrar, ganas de aportar y energía ilimitada. Esas han sido las cuatro patas que han sustentado siempre mi banco del baloncesto, pero creo que ahora mismo la única de esas patas que se mantiene intacta es la de ganas de aportar, esa parte del baloncesto en la que además de entrenarlos en el juego les estas aportando para mejorarlos como jugadores y como personas, guiando un poco sus emociones, ayudando con algún que otro consejo o acto a su crecimiento interior personal y creando sólidos lazos de amistad con ellos. Creo que va en mi ADN todo eso y de ahí que por ese lado no me noto flaquear. Las ganas de demostrar se fueron hace mucho, cuando aprendí a decirme ciertas verdades yo mismo y a no necesitar la alabanza externa ni el reconocimiento. La ilusión está, aunque admito que no brilla tanto como antes, pero existe y me mueve. Quien no está, quien se fue y me temo que para siempre fueron las energías ilimitadas en todo lo que se tratase de baloncesto. La energía ya es muy poca, como ese Iphone al que la batería le duraba su buen día o más y de pronto no te llega ni a cubrir media mañana de uso. Se gastó, sin más. La gasté.

En una época de mi vida en la que he sabido vencer (no me preguntéis como porque no lo sé) a la pereza, una de mis grandes enemigas vitales, y no me da pereza nada, subir, bajar, no parar en todo el día, hacer recados, salir, entrar y mil millones de esfuerzos más, en una época así, el baloncesto extrañamente se ha quedado sin cupo. La semana de entrenamientos se me imagina pesada y lenta, y eso que entreno dos días y a media tarde, imaginaos si siguiera en el mundo senior y tuviera que entrenar tres o cuatro noches, con algún viaje a Murcia a entrenar allí incluido, no soy ni capaz de recordar como estuve tantos años en esa rueda, bueno sí, porque esa pata de mi banco estaba fuerte y ciega.

Y sigo en el baloncesto por agradecimiento a él, y por ser padre y ayudar a garantizar que mis hijos jueguen y tengan un equipo para jugar. Dirijo al equipo donde juega mi hijo Sergio y también subo a mi segundo hijo Izan. Disfruto de un proyecto que inicié hace cinco años de forma personal para levantar una generación en un pueblo de Cehegín donde hay mucha escasez de jugadores, donde no está garantizado ni mucho menos tener un equipo de cada año, y yo he peleado porque existiese un grupo de chicos de la edad de mis hijos que amasen el baloncesto tanto como ellos lo aman y pudiesen vivir esta aventura que es acumular temporadas y experiencias, crecer en el sano mundo de este deporte, algo que siempre he deseado para ellos. Así que este es mi resumen de mi vida en torno al baloncesto, ando saliéndome de la partida pero aún enganchado a una generación. Y desde aquí le digo a cualquier lector que se encuentre en una situación medio parecida a la mía y se plantee en algún momento entrenar a un equipo donde se encuentre un hijo o hija suyo que se lo piense muy bien, porque existen muchísimos días de sin sabores, te llevas cosas que también viajan a casa y la mezcla de adolescencia con todo este conglomerado de puertas que se abren y se cierran constantemente en este proceso es mucho riesgo para una relación padre-hijo.

Personalmente, como ya he dicho antes, me encuentro en el momento más feliz de mi vida, y en parte es por haber conocido al amor de mi vida, una persona que me ama, respeta, emociona y a la que admiro profundamente, que me ha ayudado a dejar el yugo invisible en el que me metí de adolescente y del que nunca supe ni salir, ni que necesitaba salir, ni que era vital que saliese. Y por otro lado me ha dejado el espacio que se necesita para florecer y crecer, para dar pasos de subida interiores y darte cuenta de a qué se viene a esta existencia. Ella es una parte importantísima de mi proceso, porque anda mi camino a mi lado, al igual que todo el resto de mi familia, pero la parte más importante de mi admirable y adorada situación personal actual es responsabilidad y mérito mío. He conseguido eso que no todos logran, de hecho muy pocos al parecer, he conseguido «contarme verdad». ¿Y qué es eso?.

Contarnos verdad es tan sencillo y tan difícil como no mentirnos. Vivir el presente, y no dejarnos engañar, hacerle caso a tus entrañas y no a todo lo que le hacemos caso. Es saber reconocer la persona que eres y entenderte, hacerte valiente y ponerte en valor. Ahora mismo veo a mis hijos y veo que no se saben decir su verdad, y aceptan que las amistades, relaciones, emociones que vienen sean las que surgen por casuística. Y así tantas y tantas personas de este mundo. Al principio se achaca a la falta de madurez, pero no se suele notar mucha mejora luego. Yo creo que no sabemos contarnos nuestra verdad, y quien no conoce su verdad vive engañado. No sabemos las cosas que toleramos y las que no, lo que nos alegra el alma y lo que la entristece. Nos metemos en relaciones en donde acallamos los vacíos que nos notamos crecer, en donde nos consideramos agente de cambio suficiente para suplir con las chispas del principio cuantas abismales diferencias existan. Faltamos a nosotros mismos porque no nos ponemos nuestra importancia ni en nuestro lugar, y así se llena este mundo de parejas que se divorcian o lo que es pero, no se divorcian pero interiormente llevan media vida mirando uno para cada lado de la cama.

Contarme verdad es muy alucinante y duro a la vez, os aplaudo ya de antemano al que trate de lograrlo. Efectivamente ayuda mucho tener una pareja a la que contarle tu verdad sin fisuras y poder verbalizarlo todo (el increíble poder de decir palabras en voz alta), mantener conversaciones que proporcionan riqueza y disfrute al mismo tiempo que desahogo y crecimiento. Pero es uno mismo quien debe encontrar los resortes y trepar hacia su verdad. Te deseo, querido lector, que vivas sincero y siempre te cuentes la verdad. A mi me ha cambiado la vida.

Os dejo con una canción que me apasiona del año pasado, de 2022, estos son los geniales viva suecia.

Deja un comentario